Llévense una guardia de soldados les ordenó Pilato, y vayan a asegurar el sepulcro lo mejor que puedan. (Mateo 27:65)
Cuando Jesús estaba muerto y enterrado, con una gran roca que fuera rodada contra la tumba, los fariseos le pidieron permiso a Pilato para sellar la roca y cuidar la tumba.
Hicieron lo más que pudieron… en vano.
Era inútil entonces, es inútil hoy día y siempre será inútil. No importa cuánto traten de hacer, nadie podrá mantener a Jesús derrocado. No lo podrán mantener enterrado.
No es difícil darse cuenta: Él puede salir porque no fue forzado a entrar. Él mismo se dejó difamar y acosar y votar en su contra y despreciar y patear y matar.
Yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo (Juan 10:17-18).
Nadie puede mantenerlo caído porque nadie jamás lo tumbó. Él dio su vida cuando estaba listo.
Cuando parece que estará enterrado para siempre, Jesús está haciendo algo maravilloso en la oscuridad. «El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra, y se acuesta y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe» (Marcos 4:26-27).
El mundo cree que Jesús ya no está que está fuera del camino pero Jesús está trabajando en los lugares donde hay oscuridad. «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto» (Juan 12:24). Él se dejó enterrar «Nadie me quita la vida» y vendrá en poder cuando a él le plazca «tengo autoridad para tomarla de nuevo».
« a quien Dios resucitó, poniendo fin a la agonía de la muerte, puesto que no era posible que Él quedara bajo el dominio de ella» (Hechos 2:24). Jesús tiene su sacerdocio hoy día «según el poder de una vida indestructible» (Hebreos 7:16).
Durante veinte siglos, el mundo ha hecho lo imposible en vano. No lo pueden enterrar. No lo pueden controlar. No lo pueden callar o limitar. Jesús está vivo y totalmente libre para ir y venir adonde le plazca.
Confiemos en él y vayamos con él, sin importar adónde. No podemos perder al final.